La verdad sobre los vídeos navideños de juegos de mesa: tradición, pereza y algoritmos

Llegan los videos recomendando juegos para comprar en Navidad…

Con la llegada de diciembre, los medios especializados se llenan de un fenómeno tan previsible como el primer resfriado del invierno: las listas, que se dividen entre las de “mejores del año” y las de “recomendaciones para regalar en Navidad”. Ambas forman parte también del calendario de los canales sobre juegos de mesa.

Centrémonos en las listas de recomendaciones para comprar juegos en navidad. No hay canal de YouTube que se precie que no tenga este video en diciembre. De acuerdo, también hay listas en Instagram, en Twitter (me niego a llamarlo X) o en Facebook. Pero las listas que funcionan son las de YouTube. El motivo por el que funcionan todas estas listas es el mismo por el que las familias ya no compran regalos sin consultar la lista de deseos de Amazon, o por la que la Inteligencia Artificial se ha convertido en el boom de 2025: la pereza. Pero no os preocupéis por eso, decimos que es una “ayuda complementaria” y así no parecerá que lo único que hacemos es estar tirados en el sofá mientras Netflix nos encadena capítulos.

Y es que las listas navideñas de juegos de mesa son un espejo de la cultura digital: no buscamos tanto descubrir como fortalecer nuestras opiniones. Queremos que alguien nos confirme qué comprar, igual que buscamos en Google dónde cenar o pedimos a Spotify una lista de canciones para escuchar, aunque ya nos hayamos pateado todos los restaurantes del barrio o siempre tengamos la misma lista de Spotify para escuchar en el coche. Y aquí es donde entra la paradoja porque los juegos de mesa son una afición donde siempre hemos presumido de creatividad, estrategia y libertad de elección… pero muchos acabamos siguiendo las listas de otros como si fuesen los diez mandamientos. O los quince, según Mel Brooks. Las listas nunca son perfectas, al fin y al cabo, las confecciona una persona, y eso es sinónimo de subjetividad. Cada payaso tiene su circo y cada jugón su propia lista, aunque no la escriba. Para los recién llegados a la afición, son una brújula; para los “expertos”, un motivo de indignación porque su juego favorito no aparece. Y quizá ahí esté la magia: las listas no son tanto una guía objetiva como un ritual compartido, la reafirmación de una duda, una excusa para discutir, indignarse y, al final, comprar lo mismo que todos. Hemos construido sociedad donde creemos que nuestros “indispensables” son norma, cuando en realidad no son más que una opinión con la misma validez que la de cualquier otro indocumentado.

Los vídeos de recomendaciones navideñas baten récords de visitas en los canales especializados. Desde la versión romántica, se publican “para ayudar”. De nada. Desde la versión realista hacemos listas porque sabemos que es eso lo que funciona. Especialmente en Navidad, cuando los anunciantes pagan más por cada anuncio intercalado. Ahora volvamos de nuevo a esa verdad incómoda: vivir de YouTube o Twitch hablando de juegos de mesa es casi imposible sin ingresos extra de promociones o eventos. Los medios que lo logran se cuentan con los dedos de una mano… y sobran dedos. Por eso proliferan las listas: porque queremos echar una mano al público menos informado, pero también porque, como ese sobre con billetes que la abuela desliza en Nochebuena: no nos arregla la vida, pero nos hace acabar el año con una media sonrisa dibujada en la cara

Al final, poco importa la causa o la consecuencia. Las listas navideñas ya son tradición. Así que, cuantos más vídeos visualicéis, mejor para todos… el sobre de la abuela será más generoso.

Qué romántico todo, ¿no?