
Hablemos de los traductores de juegos de mesa, figuras clave que influyen en nuestra experiencia, pero que a menudo pasan desapercibidos frente a diseñadores e ilustradores.
Cuando nos preguntan qué superpoder nos gustarÃa tener, la mayorÃa responde con dos opciones clásicas: volar o ser invisibles. Lo de volar lo hemos resuelto con esos monstruos de hierro que nos elevan milagrosamente por los cielos mientras una amabilÃsima azafata nos instruye sobre cómo ponernos un chaleco salvavidas en un vuelo de Madrid a Barcelona. Pero ¿y la invisibilidad? Esa aún parece un sueño inalcanzable… ¿o tal vez no?
Porque existe un gremio que ha dominado, sin quererlo, el arte de la invisibilidad: los traductores de juegos de mesa.
Nos encontramos en una tienda, frente a una colorida estanterÃa repleta de tÃtulos tentadores. Examinamos las cajas con mirada crÃtica: observamos la portada, leemos la contraportada, reconocemos al autor y al ilustrador, identificamos la editorial y la distribuidora. Creemos tener toda la información necesaria para decidir si comprar o no. Pero en esta ecuación hay un actor silencioso, un guÃa invisible que nos ha susurrado las palabras nos han convencido: el traductor.
Pagamos, volvemos a casa, abrimos la caja arrojando, con desdén, el manual a un lado. Seamos honestos: lo emocionante de abrir un juego nuevo rara vez es ponerse a leer sus reglas. Antes exploramos los componentes con fascinación—las cartas, el tablero, los tokens… incluso ese tapete de neopreno que, admitámoslo, fue lo que realmente nos hizo decidirnos por la compra (porque un jugón ante el neopreno es como un polÃtico ante un maletÃn repleto de billetes). Y, sin darnos cuenta, volvemos a encontrarnos con el traductor: en las cartas, en los tableros, en cada pequeño rincón del juego donde existe la palabra.
Después de enfundar como obsesión enfermiza las cartas del juego, nos disponemos a leer el manual. Y lo hacemos con la actitud de un césar en la arena, listo para decidir el destino del gladiador vencido. Si el manual es claro, la experiencia de juego será fluida y disfrutaremos sin contratiempos. Elogiaremos la labor de los diseñadores, de los ilustradores, de los editores… pero el traductor seguirá siendo invisible. Sin embargo, si algo nos resulta confuso, si en algún foro se comenta que hay erratas o, peor aún, si alguien que conoce la versión original señala que cierto concepto está mal traducido, entonces el veredicto será implacable. La editorial y el traductor deberán cogerse de la mano y descender juntos a los infiernos, donde serán condenados a un eterno caldero de lava hirviente.
Vivimos en un mundo binario: visible o invisible, bueno o malo, correcto o erróneo. Nos rodea una realidad en la que muchas acciones solo se notan cuando creemos que han sido mal ejecutadas.
Hace poco, en nuestro canal de YouTube, tuvimos la oportunidad de entrevistar a Laura Castro Trullén, traductora de juegos de mesa para Asmodee. Al escucharla hablar sobre los entresijos de su trabajo, comprendimos que la traducción es un proceso mucho más complejo de lo que podrÃamos imaginar. Su labor es indispensable para que podamos disfrutar de un juego, y, sin embargo, sigue siendo una figura en las sombras.
¿Cuántos traductores de juegos de mesa hay? Preguntamos a Juan Pedro Betanzos (traductor en varios ámbitos), quien nos da una respuesta sorprendente: «La traducción de videojuegos, juegos de mesa y rol es un ámbito extremadamente desconocido para la mayorÃa de los traductores. Ni hablemos del ámbito académico, porque siempre se ha relacionado con el mundo del juguete.»
Se tiende a ver los juegos de mesa como un mero pasatiempo, una pieza de entretenimiento sin la carga cultural de una novela. Como consecuencia, su traducción se ha relegado a un limbo entre lo lúdico y lo comercial. Pero lo más impactante de su afirmación es que incluso dentro de su propio gremio, la traducción de juegos sigue siendo una especialidad invisible.
Los traductores de juegos de mesa son invisibles incluso para sus propios colegas. Sin embargo, su valor es incuestionable. Cada palabra que eligen, cada frase que adaptan influye en la manera en que experimentamos un juego.
A pesar de esto, hay editoriales que siguen considerando la traducción como un coste y no como un valor añadido.
Es hora de cambiar esto.
Hagamos visibles a los traductores. Cuando compremos un juego, busquemos su nombre. Cuando grabemos un vÃdeo sobre él, mencionémoslos. Cuando escribamos una reseña, demos crédito a su trabajo. Coloquémoslos junto a creadores e ilustradores, porque su labor es tan crucial como la de cualquier otro en la industria.
Detrás de cada juego de mesa, videojuego o juego de rol, hay una figura vital: la persona que lo traduce. Nunca olvidemos eso.
Entrevistamos a PILAR, colaboradora de este periódico.
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Genial artÃculo, Ricardo. Dices que no lo considera la gente cultura sino un pasatiempo, el problema es que ya no es sólo la gente. Los propios polÃticos gravan a los juegos de mesa con impuestos que no son los que llevan los productos considerados como culturales. El problema radica en la raÃz.
Si estuvieran bien pagados…
Pero te olvidas de alguien, el traductor no trabaja solo, hay un equipo de revisores detrás que influyen igual que el traductor, que tiene potestad/peso en el resultado final y muchas veces son quienes detectan errores, inconsistencias, etc.
Ya que haces visible al traductor, haz visible a todo el equipo.
Hola, gracias por tu comentario. Quizás el error es que hemos englobado a traductores/revisores en el mismo gremio porque la persona a la que entrevistamos (Laura) es traductora de unos juegos y, al mismo tiempo, revisora de otros. En el video hablamos del trabajo del revisor (especialmente de la revisora de Laura en Asmodee).
Es de juzgado de guardia que un texto necesario, que denuncia la precariedad de un sector en el que las mal llamadas IA generativas han entrado como elefante en cacharrerÃa, opte precisamente por un adefesio generado con una de esas herramientas de latrocinio para ilustrarlo.
El artÃculo me parece que tiene mucha razón, pero pierde toda la fuerza que podrÃa tener al usar una imagen hecha con IA generativa para precarizar a otro sector relacionado. Si no tenéis dinero para pagar una ilustración, usad una imagen de stock o lo que sea, pero esto no.
Tienes razón en lo que dices Alicia, pero ten en cuenta que este medio no tiene ningún beneficio ni acuerdo económico con nadie, por lo que no podrÃamos pagar un diseñador o una suscripción a un stock de imágenes. Las imágenes tienen como intención graficar el contenido del texto y dar un aspecto de mayor calidad para el periódico, algo fundamental si pensamos en querer dar notoriedad a notas reflexivas como esta. Gracias por tu comentario y me pondré en contacto con el autor de la nota para ver si podemos poner una imagen de stock gratuita.