
El caso de Legendary Encounters: por qué Upper Deck nunca lo tradujo al castellano. Licencias, imprentas y un silencio difícil de ignorar.
Era una de esas noches en que el frío se metía en tus huesos como cuando aparece una carta de traición del “Catan”. Noviembre escupía su lluvia helada contra los cristales del despacho, y la bombilla del techo oscilaba con un zumbido cansado. Sobre la mesa, un juego de cartas se desplegaba ante como la escena del crimen. Espías bien trajeados, villanos de sonrisa envenenada… imágenes sacadas del universo de Bond. Fue entonces, con el vaso vacío y la paciencia aún más seca, que me asaltó la pregunta.
¿Por qué, demonios, si era uno de los mejores juegos de construcción de mazos del mercado, la saga ”Legendary Encounters” no estaba editada en español?
Encendí un cigarro por instinto, pero tosí como un aficionado. Lo tiré al cenicero y me serví un whisky que sabía peor que una derrota al “Castillos de Borgoña”. Ni fumo ni bebo, pero el rol de detective ya estaba en marcha y la siguiente pregunta había sido lanzada al aire como la moneda que decide el jugador inicial: ¿Existía ese juego en algún idioma que no fuese inglés?
Lo cual me llevaba a otra pregunta aún más sencilla: ¿El crimen era real o solo fruto de mi imaginación?
Consulté a varios informantes —curiosamente todos se llamaban Google— y su respuesta fue unánime: ningún título había sido traducido oficialmente. Cuando esto sucede, lo mejor que puedes hacer es interrogar al principal sospechoso, pero resulta que la compañía que publicaba el juego, llamada Upper Deck, no contestaba mis correos.
Un silencio más elocuente que un mayordomo sosteniendo un cuchillo ensangrentado.
Invenstigando un poco más, descubrí que Upper Deck era una empresa californiana fundada en 1988 y dedicada a cromos deportivos con licencias oficiales de la MLB, NHL, NFL y NBA. No eran editores de juegos de mesa. Eran otra clase de animal. Un animal que olía a depredador asesino.
Mi abogado —flaco, traje barato, aliento a carajillo de Ron Pujol— me explicó que el problema podía ser legal. Licencias, territorios. Hablaba con autoridad, aunque también estaba mas atento al siguiente movimiento de la partida de “Océanos de papel” que estábamos jugando que a mis sospechas. Los abogados son todos iguales, bueno, todos no, los inteligentes juegan al ajedrez.
Cada caja de ”Legendary Encounters” se basaba en una franquicia: Alien, Predator, X-Files, Firefly… nombres pesados. Eso implicaba negociaciones específicas con cada propietario de las franquicias. Y las licencias casi siempre estaban limitadas a ciertos territorios.
Mi abogado volvió a gruñir, mientras se tomaba su quinto carajillo del día (tranquilos, solo eran las diez de la mañana) mientras me explicaba que la empresa Upper Deck probablemente sólo tenía permiso para distribuir en Estados Unidos. Traducir el juego implicaría volver a la mesa de negociaciones, y eso costaba más que deluxificar un “Gloomhaven”. Nadie en su sano juicio apostaría por eso… a menos que estuviera dispuesto a perder.
Y ninguna editorial lo estaba.
Entonces recordé que yo había comprado mi copia de “Legenday Enconunters” en la tienda de Amazon España. Si podían venderlo fuera, ¿por qué no lo traducían ellos mismos?
Un soplón anónimo, experto en juegos de rol, ayudó a encontrar un nuevo camino: no se trataba tan solo de “traducir” sino que, además, había que “adaptar”. Las cartas usaban frases icónicas de películas o series de televisión. El traductor debería localizar las frases oficiales de doblaje o subtítulos. Eso era arqueología y los traductores nunca salen de sus traducuevas.
Además, Upper Deck no tenía ni ganas ni tiempo ni dinero para enviar más gente a excavar.
Sin haber encontrado una solución volví a las raíces de la investigación y fue entonces cuando el caso dio un nuevo giro propio de un juego legacy. Volví a revisar la escena del crimen y observé algo que me había pasado por alto: Upper Deck eran en realidad dos empresas: Upper Deck USA y Upper Deck International. La primera establecida en California, la otra en Países Bajos, con sedes en Alemania, Francia, Japón… Pero ninguna tenía previsto traducir el juego al castellano. Lo que hacía una, no lo tocaba la otra.
Dos piezas de distintos rompecabezas.
De repente alguien deslizó un papel doblado bajo la puerta de mi oficina, una pista extraña que decía simplemente: «investiga las imprentas». Como soy un chico muy obediente, lo hice. Descubrí que Upper Deck USA a veces imprimía en Italia, usando imprentas de su división internacional. ¿Por qué? Porque en EEUU subcontrataban la impresión inicial, y luego trasladaban las cartas hasta su propia planta para el acabado final. Si había exceso de demanda, usaban Europa. No tenían imprentas propias. Así pues, si se dedicaban a imprimir más cartas de “Legendary Encounters” para otros idiomas, correrían el riesgo de saturar las imprentas que les servían su mayor fuente de ingresos: las cartas coleccionables.
La cosa se enredaba.
Aunque resolvieran el problema legal, la logística de las imprentas y la traducción, de repente encontré el que parecía el auténtico culpable: el inexorable paso del tiempo. “Legendary Encounters” llevaba años en el mercado. Muchos jugadores ya poseían la edición en inglés. Otros habían creado traducciones no oficiales, incluso adhesivos para las cartas. Soluciones caseras, ilegales, pero efectivas. Un crimen sin sangre.
Entonces todo encajó: traducir era caro, las licencias eran un laberinto, las imprentas eran un cuello de botella y el público objetivo, ya tenía el juego y estaba acostumbrado a soluciones fanmade.
Upper Deck no querría arriesgar recursos en el mercado de un producto con tantos problemas potenciales que, además, para ellos no era prioritario. Las editoriales españolas, menos aún.
Salí del despacho con la gabardina al cuello y la cabeza hecha un lío, como la primera vez que lees el manual de un wargame. El cielo era de un oscuro como una partida al “AV Ghost”. Llevaba semanas tras este caso, y no tenía más que teorías. Upper Deck nunca contestó mis correos. El silencio es la respuesta favorita de los culpables.
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Ricardo, te felicito por el relato. Muy bien metido el ambiente de novela negra con ese detective que investiga el misterio de Legendary Encounters. ¡Me ha gustado mucho!
¡Muchas gracias Alonso! Pero el misterio sigue abierto…
Fantástico artículo, mis felicitaciones.
¡Gracias David!