sábado , 11 octubre 2025
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No soy inmadura, sencillamente juego: un alegato contra las etiquetas

Primero nos llamaron frikis, ahora nos han encasillado en una nueva categoría: ‘kidults’. Un término que algunos analistas asocian con inmadurez, fragilidad y problemas sociales. Pero, ¿realmente tiene sentido esta etiqueta?

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Kidults

Hablemos de los kidults

Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos hemos necesitado divertirnos, sociabilizar, como seres gregarios que somos y, por que no, soñar con otros mundos. Y a pesar de todo este tiempo, aún en pleno siglo XXI, hay quienes se empeñan en seguir encasillando a las personas. En este caso a las que disfrutan de los juegos de mesa, colecciones, comics y otros hobbies similares bajo etiquetas que, francamente, son completamente equivocadas. Hoy vengo a romper ese discurso arcaico y, de paso, a reivindicar algo tan maravilloso como sentarse alrededor de una mesa con amigos, lanzar unos dados o perderse en una historia gráfica.

La persistente necesidad de etiquetar

Vivimos en una sociedad que parece tener una obsesión enfermiza por poner etiquetas a todo. Durante años, aquellos que disfrutaban del rol, los videojuegos o los juegos de mesa eran los «frikis», los «raritos». Más recientemente, aparece el término «kidadult», esa palabra que pretende describir a los adultos que disfrutan de actividades o productos «infantiles». En teoría, el concepto no tiene una connotación negativa, pero no se equivoquen: está ahí para señalar con dedo acusador.

Señores y señoras del juicio rápido, permítanme recordarles algo: si jugar es inmaduro, llevamos haciéndolo desde que aprendimos a tallar piezas de piedra para el ajedrez o desde que los egipcios crearon el Senet hace más de 5,000 años. Los juegos no son solo entretenimiento; son cultura, vínculo y aprendizaje.

El arte de jugar

El auge de los juegos de mesa en los últimos años no es fruto del azar. Títulos como Catan, Ticket to Ride o Pandemic han pasado de ser pasatiempos de nicho a convertirse en pilares del entretenimiento moderno. ¿Y qué decir de maravillas narrativas como Gloomhaven o la estrategia de Terraforming Mars? Estos juegos fomentan diferentes habilidades como la resolución de problemas, la empatía o la comunicación, además de desafiar nuestra mente.

Es irónico que, mientras algunos se apresuran a juzgar a quienes disfrutan de estos pasatiempos, otros gastan fortunas en loterías y apuestas, se quedan absortos ante un buen partido y otras actividades que no son más que juegos con un envoltorio socialmente aceptado. Porque, al final del día, todos jugamos, pero parece que a algunos les molesta reconocerlo.

El juego como puente, no como barrera

Quizá lo más triste de las etiquetas es que perpetúan estereotipos que poco tienen que ver con la realidad. La imagen del jugador solitario, introvertido y con «carencias emocionales» es tan injusta como desfasada. Los juegos de mesa son, por definición, actividades sociales. Fomentan la interacción, el trabajo en equipo y el disfrute compartido. No importa si eres abogado, policía o estudiante; el tablero nivela las jerarquías y crea espacios donde todos somos iguales.

En mi caso, he tenido algunas de las conversaciones más “potentes” mientras discutía estrategias en un juego de naciones o me veía en apuros dentro de una lúgubre mazmorra. He visto gente discurrir fuerte, extrapolar a la realidad nuevas formas de pensar, gestionar “instintos primitivos” y otros temperamentos de una manera estoica o fortalecer la paciencia.

Rompamos las etiquetas y celebremos el juego

Seamos sinceros: etiquetar es fácil. Requiere menos esfuerzo que intentar comprender lo que motiva a una persona a coleccionar cómics, pintar miniaturas o pasar horas preparando una partida de rol. Pero las etiquetas son limitantes, reduccionistas y, en este caso, equivocadas.

Jugar no es inmaduro; es humano. Es conectar, aprender, explorar. Es enfrentarse a retos imaginarios que, paradójicamente, nos ayudan a enfrentarnos mejor a los retos de la vida real. Así que, la próxima vez que alguien me llame «kidadult» o «friki» con ese tono despectivo, simplemente le sonreiré y le invitaré a una partidita. Porque, al final, el tablero siempre tiene un espacio para quien esté dispuesto a disfrutar.

Jugar no es un refugio; es una celebración de lo que significa querer disfrutar y mantener el equilibrio perfecto entre un adulto funcional que no suelta la mano de su niño interior. Y si eso me convierte en «raro», entonces estoy orgullosa de serlo.

Así que digan lo que digan, ¡NUNCA DEJES DE JUGAR!

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1 Comment

  • Totalmente de acuerdo. Vivimos en una sociedad que etiqueta todo y nos empuja a una vida adulta monótona y gris. Tener hobbies como jugar o coleccionar suele verse como algo ‘friki’, cuando en realidad es una forma de disfrutar!
    Excelente artículo.

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