martes , 14 octubre 2025
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Crónicas de un jugador (5): El buscavidas del tablero

Cinéfilo y jugador combinaban a la perfección.

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cronicas 5 buscavidas
Crónicas 5 - buscavidas

El servicio militar, la mili, me llevó por el azar del sorteo a tener que pasarme un año en Ceuta. Época de mal recuerdo vestido de caqui y alejado de mis familiares y amigos. La instrucción militar, las prácticas de tiro, cumplir órdenes, los arrestos, las guardias, las maniobras, ¡buff!, un rollo absoluto que recuerdo como una pesadilla. Un lugar donde te intentaban domesticar y donde, en realidad, te volvías más chungo y te maleabas para sobrevivir.

Cuando pasaron los meses y ya era veterano en el cuartel, tenía tanto tiempo libre durante las aburridas tardes que si no me emborrachaba, me escapaba para dar una vuelta o me cansaba de meterme con alguno de los chavales novatos; pasaba tiempo en la biblioteca leyendo libros sobre algunos de mis temas preferidos, el cine y también el Ajedrez. Seguía interesado por aprender más cosas de ajedrez, su historia, aperturas, celadas. No tenía mucho sentido porque allí solamente recuerdo jugar con otro chaval alguna partida. No era un juego con tantos seguidores como el póquer o el socorrido “vamos a emborracharnos”.

Apostando a las Damas

Ceuta tiene otra particularidad en mi vida. Aunque estaba a más de doce horas en carretera y barco de mi ciudad de residencia familiar, mi padre nació allí. Pero lo más curioso de unir a mi padre con Ceuta es que no solo es el lugar donde él nació sino también porque, aunque el ajedrez se había convertido en mi juego preferido, tuve que volver al preferido de mi padre: ¡las Damas!

Las damas me sirvieron para sobrevivir en la mili. A las damas sabían jugar más bien que mal, muchos de mis compañeros militares y jugábamos partidas en las que hacíamos apuestas: dinero, cigarrillos, latas de conserva, cambio de guardias, etc. Mi habilidad con las damas me sirvió para ganar muchas de estas apuestas. Me dejaba ganar en las primeras partidas para luego, cuando el incauto subía la apuesta diciendo eso de “¿jugamos otra y ahora apostamos 500 pesetas, una lata de mejillones en escabeche y la guardia de esta noche?”, aceptaba la apuesta con una sonrisa y esta vez le machacaba sin piedad.

Me sentía como Paul Newman en la película “El buscavidas”, intentando cazar a un incauto en una partida de damas para desplumarle. Eddie Felson era un buscavidas del tapete de billar y yo un buscavidas del tablero. Es lo que tiene lo de ser cinéfilo, que uno es muy peliculero. Eso sí, no me sirvió demasiado ya que al ver que jugaba bastante bien, en poco tiempo dejaron de querer apostar conmigo pero hasta que lo descubrieron yo usé las damas para sacar muchos beneficios.

Wargames en la mili

El otro único contacto que tuve durante la mili con los juegos de mesa fue, tiene gracia la cosa, con los Wargames. Cuando estuve destinado en la lavandería, mi compañero que estaba a punto de licenciarse, montaba unas partidas en solitario a wargames en una mesa que teníamos. Allí le veía desplegar las tropas, hacer cálculos, tirar dados y toda la, para mí, parafernalia complicada que tenía ese juego militar. Dejaba el tablero del wargame montado durante semanas porque en la lavandería no entraba nadie más que los tres soldados que trabajábamos allí. Como os podéis imaginar, nunca se me ocurrió jugar con él. ¡Ya tenía yo suficiente con andar viviendo en un cuartel y vestido de soldadito como para ponerme a jugar a un juego de guerra!. ¡Ni de coña!

El año militar por fin pasó y volví a mi ciudad mediterránea, con un futuro nada prometedor. Había terminado el bachillerato y el COU pero no me había examinado de selectividad. No tenía trabajo ni ganas de seguir estudiando y ya había cumplido los 20 años por lo que mis padres me interrogaban con un discurso claro que se resumía en ”¿algo tendrás que hacer?”. Ahora, tonterías aparte, sí que tocaba buscarse la vida.

En solitario pero sin jugar

Tuve la suerte de que por el camino me enteré de que en un año se convocaban unas oposiciones al Ministerio de Justicia. Me hubieran dado igual estas oposiciones que otras cualquiera. Me aferré a esa posibilidad encerrándome literalmente en mi habitación sin prácticamente tiempo para hacer otra cosa que estudiar y estudiar. Ni amigos, ni cine, ni chicas, ni Spectrum, ni televisión ni nada que me hiciera perder tiempo en mi objetivo de aprobar las oposiciones.

Los juegos de mesa se apartaron de mi vida solitaria porque por mi cabeza solo circulaban los apuntes del temario de la oposición. Mis amigos quedaban de vez en cuando a echar alguna partida a los juegos de la época o a las cartas pero yo me hice un ermitaño rodeado de folios subrayados. En mi vida había estudiado tanto y con suerte y dedicación conseguí sacar la plaza. Tenía trabajo como funcionario de Justicia, ¡era un justiciero!. Trabajé unos meses con mi padre para conseguir ahorrar algo de dinero y cuando salió la lista de destinos, tuve que asumir que otra vez me iba a alejar de mi ciudad valenciana, esta vez para trabajar y vivir en Madrid.

Heroquest: la búsqueda del héroe

Entre el tiempo que me cogí sabático sin hacer nada especial, el año que me había encerrado estudiando y lo que tardaron en sacar la lista de destinos, cumplí los 23 años. En esa época se publicó el juego Heroquest y ya liberado de mis horas de estudio, le eché alguna que otra partida con mis hermanos y amigos, fascinado con las aventuras de este famosísimo juego de mazmorras. Fue mi último juego antes de irme a Madrid, me iba a tener que ir a vivir mis propias aventuras, no sabía si como héroe o como villano pero es lo que tocaba. 

Cuando salió la plaza de la oposición, hice la maleta con algo de ropa y mis escasos ahorros, para irme a trabajar a Madrid. Tenía dudas sobre si me adaptaría a vivir lejos del mar pero también tenía claro que ya no volvería a hacerlo en casa de mis padres. Por fin había conseguido independencia económica. Para el resto de cosas tendría que seguir buscándome la vida pero esta vez de otra manera.

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Written by
Alonso Expósito

Aficionado a los juegos de mesa y socio de Mecatol Rex. Me gusta jugar y me gusta escribir, lo que creo que es una combinación perfecta para ser parte de El Miskatónico, Aportaré versatilidad y al no tener ningún canal de juegos ni ser creador de contenido, lo hago sin influencias externas ni ningún tipo de intereses comerciales aunque tampoco prometo objetividad. xalons67@gmail.com

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